Lloró estrellas
el cielo de agosto,
lágrimas fugaces
en el pálido rostro,
el sudor en las manos
y el miedo en los ojos.
Y ahora, por un sendero
oscuro, angosto,
atemporal y gélido
camino sin retorno,
desde aquella noche
mágica de agosto.
Me siento una débil hoja
de un árbol en otroño,
que espera que el viento
la arranque de un soplo
y la haga caer
en el suelo tosco.
Volveré a sonreír
cuando termine agosto.
Deshojaré margaritas,
si no eres tú, será otro.
Apenas dejaste huella...
Te olvidaré pronto.
Rompistéis una pieza
cada uno de vosotros
y me dejastéis el pecho
con el corazón roto.
¡Y aún sigue palpitando
a pesar de todo!
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