París...

De aquella tarde de invierno
junto al mirador del Sacre Coêr,
me quedo con la botella vacía
del agua que me diste a beber.

De aquella tarde de frío intenso,
me quedo con la fotografía
del árbol de tristes ramas
delante de la torre Eiffel.

De aquel diciembre y aquel enero,
me quedo con la tenue sonrisa
de aquel cuadro del Louvrè,
y no con la del muerto en pie.

Las vendas que cubren los ojos

Las vendas cubren los ojos
del que no ha respirado
en su vida más que el perfume
de las flores de su limitado prado.

Y sintiéndose benévolos jueces,
sobre ti, una sentencia han dictado,
castigándote de por vida a sufrir
el destierro más amargo.

El ciego por voluntad propia,
porque no quiere ver, te ha juzgado.
El ignorante por mezquina necedad
con una X te ha marcado.

El hierro candente en la frente
te distingue como al ganado.
Y dejas de ser persona a los ojos
del animal que ha golpeado su mazo.

Es cierto...

Es cierto que el dolor
ha sanado dentro de mí,
pero mi piel quedó impregnada
de su nauseabundo olor.


Es cierto que el tiempo pasa
y aunque me obstiné en el ayer,
hoy vivo por hoy,
hoy vivo por mañana.


Y respiro por los sueños,
y sueño porque respiro
el aire que compartimos
las dos bajo el mismo techo.


Es cierto que a ti te debo
todo cuanto he luchado.
Es cierto que por ti respiro
y que porque respiro sueño.

Tu sonrisa

Tu sonrisa me ha devuelto

con billete de ida, sin retorno,

al mundo de sueños al que pertenezco.

Tu sonrisa ha purificado mi alma,

y ha iluminado los sentimientos

de mi estrella en el cielo olvidada.

A oscuras tantísimo tiempo,

que ahora la luz me ciega,

provocando un absurdo miedo.

Temor porque la luz solo sea

el rayo que precede al trueno

en una irracional tormenta.

Pero tu sonrisa en silencio

me mira, me calma y me recuerda

que somos palabras de un mismo verso.

De un verso de un poesía

que dentro de ti comienza

y en mí nunca termina.