jueves, 29 de diciembre de 2011

Tantos "tal vez" disfrazados de "nunca"


A veces uno se acostumbra tanto a oír “no” de los demás, que cuando es “sí” ni siquiera lo reconoce. Tantos palos en la vida, tantas desilusiones, tantos comienzos sin comenzar más que en sueños, tantos “tal vez” disfrazados de “nunca”…
No te queda otra que sujetar la cruz con las dos manos, apoyarla en el hombro y cargar con ella. Pero siempre con la cabeza bien alta porque lo que uno carga son las consecuencias de sus decisiones en la vida. Unas con más aciertos que otras. Pero, al fin y al cabo, uno no es lo que es sin las circunstancias que le acompañan. 
Todas las experiencias vividas suman aprendizajes significativos que moldean la personalidad en algunos aspectos. El problema radica en que uno aprende a esperar un “no” como mecanismo de defensa, de esta forma, la desilusión no consigue dañar ni un ápice de la autoestima. El objetivo es no sentir esa frustración que gota a gota va llenando el recipiente con el único fin de ahogar el alma en él.
Este mecanismo resulta práctico para evadirnos de cualquier tipo de sufrimiento… Pero como toda arma de doble filo, también nos impide movernos ante los acontecimientos. Nos quedamos quietos y no avanzamos ante lo que podría ser un “sí” y un posible “siempre”.

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